La variedad intrínseca a la vida
Rutina para combatir lo incierto, siempre hay un amigo cuyo trabajo es un misterio, vivir en una cabaña, bloquear el pitido interno y eso que hace Eva Morell
«Hungry Paul era amante de la rutina y de la forma en que aportaba familiaridad a la vida, en la que ya había cosas nuevas, cambiantes e inciertas de sobra. Como, a su manera, cada nuevo día ya parecía diferente a los demás, él no sentía la necesidad de añadir su propia variedad a la variedad intrínseca a la vida. Desayunaba lo mismo todos los días: un bol de cereales con un plátano (que partía en trozos ya en el cuenco con el borde de la cuchara) y una taza de café bien cargado con azúcar. Aunque la gente suele intentar variar sus hábitos con las comidas y las cenas, en todo el mundo se acepta que, en el caso de los desayunos, es mejor encontrar un sistema y ceñirse a él. Hungry Paul pensaba lo mismo con respecto a casi todo en la vida».
Leonard y Hungry Paul, de Rónán Hession.

Algunas posibles repeticiones entre la variedad intrínseca a la vida:
Suenan las campanas de una iglesia. Un jubilado que vive en la calle Andrés Mellado compra El País y lo lee desayunando en el bar de la esquina. Alguien sale a correr a las 7:45 y pasa por delante de un naranjo. La rueda izquierda de un coche tropieza con un bache al salir del garaje. Un niño de 5 años se coloca los zapatos en los pies equivocados. Alguien en Medellín desayuna arepa de choclo con quesito y caldo de costilla. Un obrero en Bali se prepara un nasi goreng. Una estudiante de Informática se impedirá escribirle hoy (quizás algún día ya no piense en él). Se agota la mecha de una vela. Alguien envía un mensaje de buenos días al grupo de WhatsApp de la familia. El 58 llegará a la parada exactamente a la misma hora que marca la app de transporte. Alguien recibe una llamada que le cambia la vida. Una cardióloga de 32 años sale de guardia y baja a la playa para darse un baño en el Atlántico antes de volver a casa. En otra parte del mundo, los copos de nieve irán cubriendo los tejados. Alguien piensa que se tiene que solucionar eso de la muela mientras siente un dolor punzante al lavarse los dientes. Se empapa un pincel con pintura azul cobalto. Un «buenas tardes» se escucha en la sala de espera de un ambulatorio. Una pareja prepara un platito con boquerones y pepinillos que acompañarán con una cerveza mientras se cuentan su día. Cae la lluvia sobre un río. Alguien escribe el que será el libro más leído en Francia dentro de dos años. Una niña recibe una tanda de besos de su abuela. Alguien se desmaya. Una profesora de inglés en pijama comprueba si lleva todo lo necesario en el bolso para las clases que tiene que impartir el día siguiente. Un cuchillo se hunde en un trozo de queso. Alguien se dirige a un aeropuerto en taxi. A las 00:04 la luz de una ventana se apaga. Sale el sol tras una montaña.
Eso que hace Eva Morell
«Soy Eva Morell, periodista, curadora de contenido y consultora. De pequeña quería ser astronauta y explorar el espacio, pero acabé metida en otros universos creativos. Empecé a trabajar en el mundo digital cuando apenas existía, allá por 2009. Con más de 15 años de experiencia en el mundo de la comunicación y el diseño, he trabajado para empresas como Coca Cola, Danone, Carbonell, Activia, Pinterest, FAD Barcelona o Y&R España.
En 2014 volví a mis raíces como periodista especializándome en curación de contenido y UX. Desde hace 11 años llevo la estrategia, producto y relación con medios en Flipboard España y colaboro escribiendo en AD España. Traveler, El País o Prodigioso Volcán. Y como no puedo parar quieta, llevo muchos años dando clase (LaBasad, EsDesign, UOC, UMA) y actualmente coordino el curso de Contenido Digital de La Nave Nodriza.
Pero lo que más me gusta del mundo son las cabañas, y desde 2021 edito la newsletter El club de la cabaña, el primer boletín de cultura cabañil en español, con más de 6500 suscriptores amantes de ellas.
El próximo mes de mayo publico mi primer libro, Refugio. Una historia de cabañas, en Debate».
¿A qué hora suena el despertador (si es que suena)?
El despertador me suena cada mañana a las siete menos cuarto, pero me gusta quedarme un rato más y ponerme al día de emails, noticias y redes sociales en el móvil. Si te soy sincera, lo primero que pienso es que podría retomar mis clases de Pilates Reformer por las mañanas y vencer a la pereza aprovechando que madrugo.
Para desayunar soy un poco caótica. No tengo apetito a primera hora, así que no suelo comer nada sólido; mientras me arreglo y hago tareas en casa tomo una infusión de hinojo y a media mañana, ya en el estudio, me tomo un ColaCao. Soy de ese club, lo confieso. Hace años que me prohibieron el café y el té por la ansiedad crónica y se ha convertido en mi pequeño placer matutino a los 43. Eso sí, te diré que menudo drama cuando viajo, porque o bien explicas en el buffet del hotel que no bebes ni café ni té y te miran como a un extraterrestre y acabas con un zumo de naranja solitario, o bien llevo mis sobres de ColaCao para desayunar (y también te miran como a un extraterrestre). ¿Es que cuando somos adultos solo podemos beber café? Ah eso sí, en hoteles y viajes varios siempre, siempre, como unos huevos revueltos con una buena tostada con mantequilla y queso y un bol de fruta. Será que el apetito ahí es más atractivo.
¿Cómo se desarrolla un día normal en tu vida?
Aquí entra en juego la famosa pregunta de ¿pero Eva a qué se dedica?, muy recurrente en todo mi círculo cercano. Soy un poco como Chandler Bing, hago cosas, pero nadie sabe qué exactamente. Escribo en medios, doy clase, hago estrategias de comunicación para empresas y marcas, soy autónoma-mujer-orquesta-para-todo, pero casi la mitad de mi jornada laboral se lo dedico a Flipboard, una app-red social de lectura de noticias en la que trabajo desde hace 11 años. Soy la persona encargada de la estrategia editorial y de producto en España, la relación con los medios de comunicación y sobre todo curar contenidos (qué bonito eso de “curar”, parece que esté sanando la información, algo que para mí suena muy bello en estos tiempos tan extraños y distópicos en los que vivimos).
Mi día empieza temprano. A las 8 ya estoy delante del ordenador gestionando las primeras notificaciones y newsletters a usuarios. Almuerzo sobre la una o una y media y ya el resto del tiempo lo dedico a mis otros lares periodísticos, con más calma y placer.
La verdad es que estoy empezando a retomar esa rutina ahora, ya que durante el último año y medio mi vida ha sido monopolizada por la escritura de un libro que verá la luz en mayo (sobre cabañas, ¿qué esperabas?), y aún mi productividad mental está recuperándose, con lo que el caos y la procrastinación están muy presentes.
Respecto al lugar de trabajo, después de 12 años de freelance en pijama, empecé a necesitar un lugar donde socializar, hablar con gente e incluso peinarme. A veces me quedo en casa, pero tengo un espacio compartido con amigos en el centro de Málaga, Estudio Santa Rita (y que es una preciosidad) al que voy a diario para sentir un poco ese gustillo de “ir a la oficina”.
Cómo, cuándo y dónde cenas.
Cualquier nutricionista que lea esto me va a odiar sobre todo después de admitir que apenas desayuno. A no ser que vaya por ahí o a algún evento, no ceno, estoy apuntada al club del ayuno intermitente. Al menos a mí me ayuda a descansar y sentirme menos hinchada y como mi apetito también es nulo a la noche, pues más a mi favor. Cuando tengo la genial idea de hacerlo en casa, soy de esas fatídicas personas que comen delante de la tele, en el sofá y con una bandeja; fatal, ya lo sé.
¿Qué haces antes de dormir?
Suelo ver algún capítulo pendiente a última hora y apago la televisión sobre las 21.30. Ahora mismo estoy a la vez con Severance, la nueva temporada de The White Lotus y The Pitt. Y me he hecho una maratón (insomnio mediante) de Dawson Crece de la que podría hablar laaaaargo y tendido porque vaya mal ha envejecido (cosa que era muy obvia); me ha dado por revisionar toda mi adolescencia en este último año (desde O.C. a Buffy Cazavampiros). Será la crisis de los cuarenta, seguro.
En cuanto a mis últimas lecturas, leo sobre todo los fines de semana que es cuando puedo disfrutar de varias horas seguidas sin interrupciones. Acabo de terminar Orbital de Samantha Harvey que me ha gustado muchísimo y he empezado Victorian Psycho de Virgina Feito.
¿A qué hora cierras los ojos?
Me meto en la cama entre las 21.45 y las 22 todos los días (soy una abuela) y me suelo poner de fondo Hora 25 (¿ves?, una abuela). No sabría decirte cuándo me quedo dormida, pero no llego casi nunca a terminar el programa. Si no tengo la radio puesta, escucho una lista de reproducción de lluvia o ruido rosa; soy incapaz de dormir si no hay algo de fondo porque sufro de acúfenos en ambos oídos desde hace años y necesito cierto tipo de sonidos que me ayuden a concentrarme en dormir y bloquear el pitido interno.
Qué elementos de tu casa hacen que te sientas como en casa.
Las velas y las lámparas. Me gusta mucho la luz de ambiente, nunca entenderé a esas personas que viven con el techo siempre encendido y esos leds de oficina. Cuando llego a casa siempre enciendo una vela (tengo dos favoritas, la Treehouse de Byredo y la Baies de Diptyque que huelen a como me gustaría que fuera mi cabaña, entre verano y bosque) y enciendo una lámpara que tengo en el salón que es muy cálida. Con eso, ya me siento en casa.
Si ahora mismo echas un vistazo a la galería de fotos de tu móvil, ¿qué tipo de fotos se repiten más?
Capturas de pantalla. Soy una obsesa de guardar cosas que me interesan para que luego no se me pase mirarlas, pero, paradójicamente, se me olvida que están ahí y de repente me encuentro con 500 capturas de pantalla de perfiles de Instagram, canciones, libros, cabañas, restaurantes, que me toca clasificar y mirar uno a uno.
¿Tienes búsquedas recurrentes en Google? Si son confesables, ¿cuáles son?
Tengo dos, cabañas y sinónimos. Pero la que está siendo mi favorita en 2025 es la de “Kitty meme oficina”, porque nunca me acuerdo de guardar la página y siempre vuelvo a buscar esa imagen de Hello Kitty con el ordenador incendiado mientras se toma un café tranquilamente (exactamente la definición de mi yo actual).
Si pudieras elegir, ¿qué eliminarías de tu rutina o qué te gustaría hacer menos? ¿Qué hábito te gustaría instaurar?
Esta es la pregunta del millón. Me lo cuestiono cada día y mi respuesta es desastrosa siempre. Nunca hay consenso entre mi cerebro y yo. Eliminaría la procrastinación no necesaria. A veces pierdo demasiado el tiempo en cosas que no lo valen (de trabajo, clientes o scroll innecesario en redes). Me gustaría volver al gimnasio o a Pilates, pero la pereza me vence cada día que decido ir a apuntarme. Sería estupendo hacer un “21 días yendo al gym” a ver si cojo el hábito, pero me boicoteo continuamente. Y por querer, también me gustaría depender menos del móvil y de las redes sociales, algo en lo que estoy trabajando desde hace tiempo, intentando estar más presente en la vida real y menos en la digital. Y ojo, en cuanto te acostumbras a hacer un story a la semana en vez de varios al día, de repente todo parece más bonito.
Me uno al párrafo sobre las repeticiones. Muy mindful.
Me he sentido mazo reflejado en lo de las series y la crisis de los 40, ahora estoy viendo Embrujadas 😄
Conocer un poco más a Eva Morell es bien pero ed que tu introducción de momentos que de repiten es fabulosa. De hecho, mientras lo leo me iba imaginando cada una de ellas como si fueran fotogramas de una película.