Llevar varias vidas a la vez para serlo todo
La rutina de trabajo de Didion, Smith, Bowen, Schneeman y Varda, una perrita-despertador, mensajes del universo, leer antes del desayuno, dirigir una editorial y eso que hace Raquel Bada.
Tienen en librerías una ventana a las rutinas de trabajo de escritoras, pintoras, directoras de cine y todo tipo de creadoras gracias a Rituales cotidianos. Las artistas en acción —está publicado en una editorial que me debe dinero y por lo tanto aquí no pondremos el enlace. Se quedarán por lo menos sin dos clicks. La venganza se sirve en plato frío—.
Recuerdo haber anotado este fragmento de Joan Didion: «Lo más importante es que necesito tener una hora a solas antes de cenar para repasar lo que he escrito durante el día acompañada por una copa». Encontrarán también a Zadie Smith: «Reescribo continuamente, a diario, una y otra vez. Cada día, releo la novela desde el principio hasta lo que tenga escrito y la edito entera; solo prosigo una vez terminado este ritual. Es un proceso increíblemente laborioso, y de hecho se vuelve intolerable a medida que me aproximo al final de una novela larga». Smith tiene otro truco: vive alejada de las redes sociales.
Hay quien tenía que escribir de madrugada tras una jornada laboral extenuante, como Octavia Buttler. Las hay con más suerte como Elizabeth Bowen: «Nunca he llevado una casa, ni he tenido que entretener a las visitas y tampoco he sido la encargada de organizar las comidas. Alguien logra que esta gran maquinaria siga funcionando sin interrupción». Las hay con manías que me resultan familiares como Carolee Schneeman: «Soy el tipo de artista que tiene que lavar los platos antes de ponerse a trabajar. Es muy molesto pero así es la vida».
No son pocas las que hablan de cargas familiares —muchas reservan una parte del sueldo para contratar niñeras porque los maridos ni están ni se les espera—. Aquí Agnès Varda: «Las mujeres que siguen queriendo tener hijos, ¿cómo pueden asegurarse de que los tendrán cuando quieran y con quien quieran, y cómo podemos ayudarlas a criar a sus hijos? Tan sólo hay una solución y es convertirse en una supermujer y vivir varias vidas a la vez. Para mí, la mayor dificultad a la que me he enfrentado nunca fue precisamente esa: llevar varias vidas a la vez y no rendirme ni abandonar ninguna de ellas; no rendirme con los hijos, no rendirme con el cine, no rendirme con los hombres (si a una le gustan los hombres)».
Eso que hace Raquel Bada
«Me cuesta establecer un orden cronólogico laboral. Empezó al irme con 17 años a Madrid para estudiar Periodismo. Ahí pasé por mil vidas: redacciones, agencias de comunicación y editoriales, donde me apasioné por ese mundo y empecé a estudiar en paralelo, edición. El cierre de un espacio cultural donde trabajaba y estaba feliz fue punto de inflexión y decidí, después de una década, volver a Valencia. Desde entonces, estoy volcada dirigiendo, sosteniendo Bamba Editorial, un pequeño proyecto editorial que nació -de forma tangible- hace dos años, pero empezó a gestarse en pleno confinamiento, cuando creí que un pequeño medio digital que había creado con el fin de escribir y divulgar las vidas de mujeres artistas podía transformarse en algo más tangible: libros. En concreto, editando y encontrando obras de escritoras que llevaban tiempo sin estar en librerías. Colaboro también con diferentes medios, escribiendo. Aunque desde que me lancé con el proyecto, me cuesta más dar con el tiempo que reclama la escritura».
¿A qué hora suena el despertador?
Despierto cuando mi perra decide. Suele ser entre las 7.45 y las 8:30, según sus ansias.
¿Qué es lo primero que haces nada más abrir los ojos?
Requiere muchísimo entrenamiento, pero he conseguido no mirar el móvil nada más despertar. Me compré un reloj digital que dejo en la mesita y eso, más que mi fuerza de voluntad, ha sido clave. Otro truco: dejar un libro justo encima del teléfono mientras se carga por la noche. Actúa como freno. Como amanezco con mucha sed; lo primero funcional que hago además de comprobar la hora en el reloj es beber bastante agua. Salgo de la cama y abro la ventana del dormitorio que da a un patio de luces. Miro un poco lo que hay de cielo, las casas ajenas, la enredadera del vecino de abajo –mi tío– que ya llega a mi casa, y trato de que el aire frío me despeje. Aunque en Valencia hablar de frío es un poco exagerar, siempre lo tengo.
Después trasteo un poco con mi perra porque le encanta jugar nada más despertarse en la cama. Probablemente, en este punto de la mañana ya he mirado el móvil, revisado mi mensajito del universo (Co-Star), y mandado un mensaje de buenos días a mi pareja, que vive en Madrid. Voy al baño, me lavo la cara con agua fría y, en principio, ya soy persona. Creo que no tengo malos despertares. Siento predilección por esas primeras horas de la mañana y las últimas de la noche.
¿Qué es lo que haces cuando ya te has levantado? ¿Qué desayunas?
Antes de ir a la cocina escojo alguno de la pila de libros que tengo en la mesita y suelo del cuarto. Esta mañana y leído un ratito Páginas escogidas de Carmen Martín Gaite, La última niebla de Bombal. Suelen ser libros de autoras que estoy estudiando para algún proyecto, y siempre hay de Dickinson. Disfruto muchísimo leyendo antes de empezar el día, en la cama. Alargo ese momento todo lo que puedo. Mientras leo, siempre me vienen cosas que quiero hacer a lo largo del día, así que tengo mi agenda al lado para ir anotando. Uso desde hace tres años una carpeta de anillas A5 que voy personalizando según necesidades con rellenables. Me entretengo un poco con el móvil y después preparo el desayuno.
Cada mañana tengo que recordarme con fuerza por qué dejé el café matutino (empezaba el día taquicárdica). Tras buscar un sustituto, he dado con un té que, con bebida de avena, me recuerda a esa sensación de café recién hecho: Choco-Noir de Tea Shop. Elijo uno de mis tazones-sopa. Preparo todas las mañanas una jarra, con una velita para que se mantenga caliente. Siempre caliente aunque estemos a 40 grados, y listo. A veces un plátano, siempre dos huevos y pan tostado. Tomo muy poca proteína en general (no como carne) y con esa dosis ya siento que he cumplido con cuidarme (que no).
Ducha ardiendo y con música siempre. A cada mes le dedico su playlist correspondiente. La primera canción que añado es la más importante, crucial, y espero un par de días a ver cómo se presenta el mes antes de añadirla. Este año Suki Waterhouse se ha repetido en casi todas.
Me cubro con un plumas gigante, capas de crema hidratante, si acaso pintalabios (llevo más de diez años usando el mismo, Brave de Mac). Salgo con mi perra -en el resto del transcurso del día ella está - y una mochila con muchas libretas y portatil hacia el estudio editorial, caminando.
¿A qué hora te pones a trabajar y qué es lo primero que haces?
Lo primero que hago depende muchísimo del momento del calendario editorial en el que estemos. Como no tengo una rutina súper estricta por esto, esto es lo que estoy haciendo ahora. Esta semana, por ejemplo, ha sido de prelanzamiento.
Es la etapa que menos disfruto porque hay que concretar muchas cosas antes de que el libro llegue a librerías. Mando muchos emails, y hago muchos viajes a correos. Así que suelo andar más inquieta, pierdo alguna que otra cosa y mi bruxismo aumenta. Esos días tengo siempre el correo abierto, las notificaciones de todas las redes sociales activas y estoy abierta a todas las interrupciones y a todo lo que requiera el libro para que vaya mejor.
Siempre con la agenda al lado para ir anotando ideas que nunca tienen que ver con lo que estoy haciendo.
Al llegar, eso sí no cambia, preparo otra jarra de té.
¿Cómo, cuándo y dónde comes?
He arrastrado siempre un hábito malísimo: el de comer de pie. Ahora estoy intentando engancharme bien a la silla y quedarme ahí mínimo esa horita de comida. Si estoy enfrascada con algo, odio parar para comer, pero sobre las 13:30 ya siento la llamada. Tenemos cerquita un obrador riquísimo, Molt, donde hacen cocas con diferentes ingredientes. Mínimo una vez por semana como de ahí. Pan con cosas es de mis comidas favoritas. Lo hago en el estudio también.
Ignoro deliberadamente el intervalo entre las 15:00 y las 16.30. Intento que pasen rápido, nunca me ha gustado la hora de la siesta. La luz es demasiado fuerte, el ambiente aletargado y pesado. Aprovecho para hacer alguna llamada ociosa o responder audios acumulados.
Suelo dedicar la tarde a perseguir los libros que andamos rastreando: bucear en páginas de libros descatalogados, estudiar a sus autoras o, si alguna amiga tiene alguna propuesta, ponerme con ella. Suelo tener muchos de estos hilos abiertos, y si el día me lo permite, sigo alguno. Estamos con una nueva colección editorial, así que estamos dedicando mucho ahora a afinar los títulos, cuadrar tiempos y el diseño.
No hay horario específico para el fin de la jornada, y como mis compañeras también trabajan en otras editoriales, es hacia la tarde cuando hacemos más equipo. Cuando tenemos que trabajar pero también nos apetece despejarnos, la pregunta siempre es: “¿Café o vino?”. Dependiendo de lo que nos apetezca, continuamos la jornada en un sitio o en otro. Como de verdad no sabemos cómo cerrar, a veces el fin de la jornada tiene lugar de pie, en la calle, antes de despedirnos. Puede ser a las 20 o, si estamos intensas, pasadas las 22 h.
¿Cómo, cuándo y dónde cenas?
Suelo cenar algún tipo de crema de verduras, robadas de casa de mi madre, tortilla francesa queso con pan y, al ratito, bombón de chocolate. Antes de dormir es raro que no me haga otra infusión.
Ya en la cama, siempre llamo un rato a mi pareja. Me encantaría apagar el teléfono antes pero con una relación a distancia, imposible. Como trabajo hasta tarde, es un reto para mí desconectar y dedico un rato a hacerlo porque si no, termino paseándome por la cama. Leo algo que me evada (ahora: Deathly Hallows, Harry Potter, Nick Cave). Autores que no me remiten a nada laboral. También he descubierto Gilmore Girls. Una de las mejores decisiones que he tomado en los últimos meses ha sido dejar de hacerme YouTube Premium y me he descargado varios videos clave. Más de una noche dejo sonando lluvia de fondo y alguna chimenea crepitante. Así, caigo.
¿Tienes búsquedas recurrentes en Google? Si son confesables, ¿cuáles son?
Me ha hecho gracia comprobar que mi búsqueda más recurrente es demasiado confesable y aburrida: “comillas angulares”. La tecla de mi Microsoft lleva tiempo bloqueada y tengo que hacer copy-paste para usarla.
Si ahora mismo echas un vistazo a la galería de fotos de tu móvil, ¿qué tipo de fotos se repiten más?
Saco muchas fotos a lo largo del día. Las que ganan, se dividen claramente en tres categorías:
De libros: libros que estoy leyendo, que quiero leer, que me gustan, frases de libros, libros de la editorial, diferentes ángulos de un mismo libro, libros con luz natural, libros en cajas, manuscritos, capturas de otros libros.
De mi perra: tiene 11 añitos, imagínate cuántas.
Del mar: nunca suficientes. Entre sus diferentes estados ganan sin duda las del mar en invierno. Muchas de ellas se las mando a él, esperando que le emocione verlas. Su reacción (no sé si de madrileño o cosa suya) suele ser: “¿Por qué tantas?”. Sigue sin entender: nunca es el mismo mar.
Si pudieras elegir, ¿qué eliminarías de tu rutina? ¿Qué añadirías?
Añadiría paseos por El Cauce, al sol, y huecos para la escritura. Estoy segura de que hay un síndrome no muy conocido: “el bloqueo del editor”. Añadiría también, estructura. Siempre he sido un bastante desastre, y con mi trabajo, donde nadie me la impone, secretamente la anhelo. Parecerme a esos seres que bicheo en YouTube, con sus rutinas y sistemas creativos tan bien hechos.
Siempre me han interesado las rutinas de los demás a falta de una propia sólida (así que gracias, Noe, por Eso que haces). Querría ser de esas personas que se levantan antes de que salga el sol y ya tienen claro cómo va a ser su día. Eliminaría el ansia de no saber.
Me despierta mucha curiosidad las rutinas de la gente. Creo que esconden el secreto de la vida de cada uno, de lo que logramos o no. Los detalles como a qué hora nos levantamos o que es lo primero que hacemos en el día.
Qué delicia de newsletter. Me hace sentir en la cama, de mañana, tomando café eternamente con la ventana abierta