Ser dueña del tiempo
Una sucesión de cielos inmaculadamente azules, Leslie Jamison, mañanas excepcionales, editar sin interrupciones, leer, leer y leer y eso que hace Paloma Abad
Un trocito de vida en un momento concreto que he descubierto esta semana:
«Si en algún lugar he conducido impunemente bajo los efectos del alcohol ha sido en California, durante el invierno posterior a mi paso por el Taller de Escritores de Iowa. Por aquel entonces vivía con mi abuela paterna Dell en su casa, esa casa encaramada a una colina y bañada por el sol en la que mi familia y yo habíamos vivido durante buena parte de mi infancia. Yo intentaba escribir una novela; ella se estaba muriendo.
Durante esos meses, me instalé en una habitación espartana en la que apenas había muebles de los que hablar. Vivía por el consuelo de beber a solas en mi futón al acabar el turno de noche como recepcionista en un hostal que quedaba en la costa, a diez minutos en coche en la casa de mi abuela. Bebía a escondidas en el trabajo y luego me sentaba al volante achispada –y siempre nerviosa- para volver a casa y seguir bebiendo en mi habitación, donde no tenía que preocuparme por nada.
Por las mañanas me despertaba tan pronto como podía y salía a fumar a un pequeño balcón de madera. Los días eran una sucesión de cielos inmaculadamente azules y soleados, tan idénticos entre sí que daban grima, y yo tiznaba el aire salado con mis bocanadas de humo, dejando diminutas pilas de ceniza gris en los listones de madera castigados por el viento. Mis dedos empezaron a amarillear. Preparaba gachas de avena para Dell y le hacía compañía mientras se las comía, lamentando no poder dedicar ese tiempo a escribir, sintiéndome culpable por lamentarlo porque quisiera ser la clase de persona que no lo haría».
La huella de los días de Leslie Jamison
Eso que hace Paloma Abad
«Tras más de veinte años en el periodismo (El País, Harper’s Bazaar, Vogue…), hace dos años di el salto a la edición. Desde entonces trabajo en los sellos de no ficción de la división literaria de Penguin Random House, Debate y Taurus. Entre las autoras con las que he trabajado, Ana Marcos (A mí no me ha pasado nada), Aida dos Santos (Hijas del hormigón), Alicia Valdés (Política del malestar), Nathalie Olah (Mal gusto), Laura G. De Rivera (Esclavos del algoritmo) o Eva Morell (Refugio, su primer libro, estará a la venta a finales de mayo)».
Paloma también es creadora de la newsletter sobre belleza y bienestar Pretty in, pretty out, donde podrán cotillear las rutinas cosméticas de gente interesantísima.
¿A qué hora suena el despertador (si es que suena)? ¿Qué es lo primero en lo que piensas? ¿Qué desayunas?
Mi despertador suena todos los días del año a la misma hora: 08:01. Diría que el 95% de las veces, ya estoy despierta. Otro 4,9% me levanto deprisa y corriendo porque un niño de dos años y medio, que ya se sabe el truco, me dice muy animado: “¿Nos hemos despertado ya?”. El 0,1% restante podemos seguir descansando un ratito más. Nunca excede los diez, quince minutos.
¿En qué pienso? En cosas de lo más prosaicas: si ha sucedido algo durante la noche (pongamos, por ejemplo los Oscar, o algunas elecciones importantes) voy corriendo al móvil a ver cómo se ha resuelto. Si es fin de semana, miro por la ventana para ver qué tiempo hace y saber si podemos desayunar fuera (el verdadero placer de mi vida es desayunar en cafeterías). Si tenemos mucho lío, por lo general cambio un pañal y me levanto corriendo para preparar el desayuno. En casa no sabemos lo que es el minuto heroico, ni falta que nos hace.
¿Cómo se desarrolla un día normal en tu vida?
En casa somos dos adultos, un niño y una gata. Como ya te he dicho, lo normal es que los humanos nos levantemos, como tarde, a las 08:01 y mientras uno prepara el desayuno, el otro se ducha y el de más allá lee un cuento. Vamos rotando los roles (excepto el del cuento, ese es un puesto fijo). Desayunamos los tres juntos y nos contamos qué vamos a hacer en el día.
Generalmente, luego me encargo de que el pequeño humano no vaya en pijama a la madre de día, donde estará hasta las 15 o 15.30. Una de las cosas que más me gusta de las mañanas es elegir su atuendo y combinar pantalones con camisetas, calcetines y jerseys. Creo que son esas ambiciones tan factibles, que tengo a puñados, las que me hacen una persona tan feliz.
En fin, generalmente el padre y el niño-bonito-vestido salen de casa a eso de las nueve y, si teletrabajo, me preparo un café y me siento frente al ordenador en mi despacho (del que pronto seré desterrada, porque se convertirá en habitación infantil).
Soy editora de no ficción en Penguin Random House. Mi apasionante misión en los sellos Debate y Taurus es buscar nuevos autores y acompañarlos en todo el proceso de desarrollo de sus ideas. Cualquiera podría pensar que dedico la mañana a leer manuscritos y la tarde a editar textos. Nada más lejos de la realidad, para eso necesitaría un batín y una chimenea. Como carezco de ellos, la mayoría de los días mi mañana es igual que la de media España: una reunión tras otra frente a la cámara de mi ordenador. Puede ser con autores, scouts, periodistas, compañeros de marketing, comunicación, diseño, equipo comercial, otros editores y hasta mi jefe.
Otros días no. Otros días mi mañana no se parece a la de nadie más en toda España: desayuno (en cafeterías, otro placer diminuto que me encanta) con gente interesantísima de las más variadas disciplinas, imagino libros, sueño con futuros lectores…
Aterricé en el mundo de la edición hace tan solo un par de años, tras casi dos décadas en el periodismo, y soy muy consciente de que sigo siendo una recién llegada con muchas fantasías por cumplir. Nunca jamás, ni en mis sueños más húmedos, me hubiese imaginado cambiar de profesión a mitad de carrera y, en ese momento, comenzar a vivir el trabajo con la emoción de quien está descubriendo el mundo. Los mejores días son aquellos en los que se aunan mis ganas de cumplir metas de los veinte años con mi experiencia vital de los cuarenta.
El elemento diferenciador de muchas de las tardes es que en Debate y Taurus organizamos presentaciones de nuestros títulos y/o participamos en todo tipo de eventos culturales. Así que, a partir de las siete, algunos días, hago turno de librerías. Esos encuentros con los lectores, creo, son los que más aliento dan a algunos autores. Son la luz al final del túnel de la solitaria escritura. Es un privilegio ser testigo de ellos.
Cómo, cuándo y dónde cenas.
En casa siempre que puedo. Después de dormir al pequeño humano, a eso de las nueve, nos preparamos unos yogures con fruta y cenamos en el salón. Es un momento de compañía, pero rápido y frugal, porque me gusta regresar al ordenador (o al Kindle, o al libro en papel) para, ya sí, leer (o editar) sin interrupciones.
¿Qué haces antes de dormir?
Leo, leo y leo. Ahora mismo tengo entre manos varias propuestas muy interesantes (todas, de una manera u otra, tienen que ver con el cuerpo de la mujer, que es el tema que realmente me apasiona). Y también les hago ojitos a las muchas torres de libros que se acumulan en TODAS las habitaciones de mi hogar. Si fuera japonesa, te diría que tiendo al tsundoku. Pero como soy española, digamos que lo que hago es acumular y acumular nidos de libros (de todo tipo y pelaje).
Me interesa desde la actualidad geopolítica de la que da cuenta Anne Applebaum en Autocracia S.A. (Debate) hasta el rara avis de rechazo maternal que fascinó a una de mis libreras favoritas, Marina, de la librería Muga, No, mamá, no, de Verity Bargate, publicado por Alba. Siempre me ha hecho gracia la gente que dice que el saber no ocupa lugar. Mi biblioteca, como muchas abstracciones matemáticas, tiende al infinito.


¿A qué hora cierras los ojos?
Por justicia poética, te diría que a las 00.01, y así duermo casi ocho horas. Lamentablemente, no siempre sucede así. La intención es lo que cuenta. Supongo.
Qué elementos de tu casa hacen que te sientas como en casa.
Durante muchos años he sido editora de belleza, y creo que eso ha permeado en mis gustos y costumbres: combino alrededor de treinta perfumes (jugueteo cada día con uno diferente en función de mi estado de ánimo) y tengo la necesidad de elegir buenos aromas para mi hogar. Amo, por ejemplo, el Tomato Room Spray de Malin+Goetz que trajo el año pasado Laconicum a España, y también las velas de The Singular Olivia (mi reino por Afternoon Tea).
En un gesto muy tsundoku por mi parte, de verdad que siento hogar estar rodeada de libros y, sobre todo, que mi hijo crezca disfrutándolos y valorándolos como yo lo hago.
Si ahora mismo echas un vistazo a la galería de fotos de tu móvil, ¿qué tipo de fotos se repiten más?
Una madre no tiene vuelta de hoja en esta respuesta: hay varios miles de fotos de mi hijo. Pero es que una madre que ha trabajado en revistas de moda, tiene aún menos vuelta de hoja: hay varios miles de fotos de los outfits coloridos y juguetones de mi bebé.
¿Tienes búsquedas recurrentes en Google? Si son confesables, ¿cuáles son?
Como editora, hago búsquedas de lo más variopinto. Ahora estoy buscando muchas cosas relacionadas con el arte contemporáneo, adivina por qué.
Si pudieras elegir, ¿qué eliminarías de tu rutina? ¿Qué añadirías?
Tiendo a la honestidad. He dicho más veces de las que puedo recordar que soy una asariada con alma de rentista. Me gustaría no tener horarios para poder leer a placer, viajar a placer y no tener ni idea de en qué día de la semana (o del mes) me encuentro. Es decir: mi ambición es ser dueña de mi tiempo, y que este sea completamente libre. Todo lo demás, lo tengo.
Mega fan de Paloma Abad y del tsundoku